Ciudades tórridas y vivienda imposible: Viena y Singapur tienen respuestas (no todas valen)
Investigadores, empresarios y alcaldes de todo el mundo afrontan los retos de la habitabilidad y el cambio climático en una Viena abrasada de calor
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Una Viena por encima de los 35 grados es algo demasiado serio como para tomarse el calentamiento global a broma. Nadie lo hace en el Mayors Forum of World Cities Summit 2025 que estos días se celebró en la capital austríaca, ni en el foro City Dialogues que organizó la Singapore Management University (SMU) como evento asociado. De hecho, la forma en que las ciudades afrontan el cambio climático ha sido, junto al problema de la vivienda, el eje de los debates. Viena y Singapur son dos ejemplos inspiradores. Alcaldes, investigadores y empresarios de todo el mundo aplaudieron sus recetas, aunque saben que no todas son posibles de llevar a la práctica.
"¿Cuál es el valor de la resiliencia urbana?" fue el lema del City Dialogues, una invitación a la reflexión sobre el impacto de unas ciudades más resistentes y adaptativas. El acceso a la vivienda, esa traba que ensombrece el futuro de las nuevas generaciones en tantos países —muy particularmente en España—, está virtualmente resuelto en Viena y Singapur, y la solución se llama vivienda pública. La capital austríaca es de hecho el principal promotor inmobiliario de Europa, con sus 220.000 propiedades subvencionadas, en las que reside el 60% de sus habitantes. En Singapur, mientras, más del 80 % de la población vive en viviendas públicas, en casi el 90 % de los casos en propiedad.
¿Es ese modelo aplicable en el resto del mundo? "Como objetivo sí y como estrategia también, aunque sabemos que cada ciudad tiene sus problemas; no solo económicos, también de disponibilidad de suelo", resuelve Orlando Woods, investigador en la Singapore Management University (SMU) y una de las mayores autoridades del mundo en el estudio del fenómeno urbano. El geógrafo inglés admite que un modelo como las dos ciudades que predican con su ejemplo requiere tiempo.
En eso, en el tiempo, Viena destaca más que cualquier otra ciudad en el mundo. Se han cumplido ya cien años desde que, en la década de los veinte del siglo pasado, la ciudad emprendiera una hasta entonces desconocida política de promoción de vivienda para los cientos de miles de personas que llegaban a ella como mano de obra tras el fin de la I Guerra Mundial. Era la llamada Viena Roja. La urbanización Karl Marx Hof es todavía hoy, cien años después, un ejemplo de vivienda pública, además de una atracción turística y un emblema.
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En Singapur, la política inmobiliaria pública tampoco se improvisó. En 1960 se creó la Housing and Development Board (HDB) —actualmente dirigida por Woods—, en respuesta a una grave crisis habitacional que afectaba a gran parte de la población. En solo cinco años, el nuevo organismo construyó más de 50.000 apartamentos, marcando el inicio de uno de los modelos de vivienda más ambiciosos y exitosos del mundo. A diferencia de otros países, Singapur convirtió la vivienda pública en una herramienta central de cohesión social, planificación urbana y desarrollo económico, con un sistema que combina subsidios estatales, propiedad regulada y planificación a largo plazo.
Viena, con una población de dos millones de habitantes, destina en torno a 600 millones de euros anuales para crear "espacios asequibles" a sus ciudadanos. El precio del metro cuadrado es en Viena en torno a un tercio del que se paga en Londres y en torno a la mitad que en Madrid o Barcelona. Singapur también es un fenómeno relativamente local, con solo 5,6 millones de ciudadanos. Pero en lo que destaca es en su PIB per cápita, de más de 90.000 dólares estadounidenses, uno de los más altos del mundo, según el FMI y el Banco Mundial. En Austria, su capital y la ciudad-Estado del Sudeste asiático han dicho al mundo cómo hay que hacer, pero lo han dicho desde la abundancia de recursos.
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"Es una cuestión de prioridades; si la vivienda se ha convertido en una urgencia en cualquier ciudad del mundo, las autoridades tienen que derivar recursos, incluso sabiendo que los resultados no llegarán a corto plazo", argumenta Johannes Luther, director estratégico de Urban Innovation Vienna, la oficina que lidera actualmente el milagro vienés.
La ola de calor que estos días abrasó Centroeuropa, asfixiante incluso para la numerosa delegación de Singapur, le dio un valor especial a las reflexiones climáticas. Por si alguien lo dudaba, Fang Eu-Lin, de PwC Singapur, sorprendió al público con un dato: el día más fresco de 2024 en la ciudad fue más caluroso que el más tórrido de la década de los sesenta. Con la convicción de que el calentamiento global es un hecho y de que avanza más rápido de lo previsto, la búsqueda de soluciones se expuso desde la urgencia.
Las autoridades de Viena han tenido la oportunidad de presumir de una ciudad modélica en muchos sentidos. La resistencia ante las altas temperaturas es uno de ellos, con la apertura de espacios públicos bajo techo en los que no es necesario pagar ni consumir. También con infraestructuras sociales que protegen a los más vulnerables o con sus enormes parques y jardines, incluso en plazas construidas sobre aparcamientos en las que la teoría dice que el verde no brota. Son para vieneses y turistas un refugio climático ideal. Es el fruto de siglos de planificación urbana, un factor con muchas similitudes con las soluciones al housing: imposible de transponer a otras ciudades, pero un clarísimo objetivo para autoridades obligadas a pensar en el largo plazo.
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Alcaldes, científicos y expertos de más de 50 ciudades coincidieron en un mensaje claro: la adaptación de las ciudades al cambio climático ya no puede esperar. No solo por el calor, también por lluvias torrenciales como las que padeció España el pasado otoño. Y por la pérdida de calidad de vida que afecta a millones de personas, y que obliga a las urbes a responder con estrategias sostenidas en el tiempo.
Más allá de las soluciones tecnológicas, los ponentes subrayaron la necesidad de activar el capital social, fomentar la participación ciudadana y garantizar una gobernanza inclusiva. "Invertir en adaptación hoy, desde sistemas de alerta temprana hasta vivienda climáticamente segura, no solo reduce riesgos futuros, sino que también mejora la equidad y el bienestar", resumió Winston Chow, profesor de Clima Urbano en la SMU. "¿Cuál es el valor de la resiliencia urbana?", preguntaba el lema del foro. La respuesta, compartida entre ciudades muy distintas, apunta a una transformación profunda: resiliencia no solo como protección, sino como oportunidad de construir ciudades más justas, habitables y humanas.
Una Viena por encima de los 35 grados es algo demasiado serio como para tomarse el calentamiento global a broma. Nadie lo hace en el Mayors Forum of World Cities Summit 2025 que estos días se celebró en la capital austríaca, ni en el foro City Dialogues que organizó la Singapore Management University (SMU) como evento asociado. De hecho, la forma en que las ciudades afrontan el cambio climático ha sido, junto al problema de la vivienda, el eje de los debates. Viena y Singapur son dos ejemplos inspiradores. Alcaldes, investigadores y empresarios de todo el mundo aplaudieron sus recetas, aunque saben que no todas son posibles de llevar a la práctica.