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"Llegó la hora de decir la verdad: los británicos no son tan importantes como se creen"
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Entrevista con Michael Peel

"Llegó la hora de decir la verdad: los británicos no son tan importantes como se creen"

El corresponsal de 'Financial Times' analiza en su libro el verdadero papel del Reino Unido en la geopolítica y denuncia que la narrativa política de superioridad que históricamente se ha vendido a los ciudadanos no es realista

Foto: El periodista del 'Financial Times', Michael Peel. ('Financial Times'/Charlie Bibby)
El periodista del 'Financial Times', Michael Peel. ('Financial Times'/Charlie Bibby)

Ya lo decía Robert Burns, el poeta escocés del siglo XVIII: “¡Oh, algún poder nos daría el regalo / de vernos a nosotros mismos como nos ven los demás!”. Pasa con las personas y también con los países. Y ahí la pregunta: ¿Reino Unido es tan importante como se cree? La que fuera la potencia imperial que dominaba los mares, la única que se opuso a la invasión nazi de Europa, la que siempre ha estado en el bando ganador a lo largo de la historia, la que está ahora libre de las cadenas de la Unión Europea y podrá liderar, aún más, el tablero geopolítico, ignorando su condición de país de tamaño mediano en el Océano Atlántico.

Esta es la narrativa que los políticos llevan décadas vendiendo a los ciudadanos. Pero ha llegado la hora de contar la verdad. Es la misión del corresponsal del Financial Times, Michael Peel, con su libro ' Lo que todos saben sobre Gran Bretaña* (*Excepto los británicos)'. Desde que entró en el prestigioso rotativo en 1996 ha informado desde Bélgica, Japón, Nigeria, Tailandia y los Emiratos Árabes Unidos. Y ahora que ha regresado a su país tras más de una década apenas lo reconoce. Desde la cada vez más incompetente clase política hasta el deterioro de servicios públicos clave como la sanidad.

PREGUNTA. Asegura que si Reino Unido fuera una persona, necesitaría que sus amigos se sentaran y le dijeran algunas verdades. ¿Cuáles?

RESPUESTA. Las encuestas muestran que la manera en la que los ciudadanos ven el país está distorsionada. Creen, por ejemplo, que el número de musulmanes representa el 15% de la población, cuando en realidad es un 4.8%. O que el número de comunitarios es del 15%, tres veces el nivel actual. Todos los países, al menos los que yo he conocido, tienen mitos nacionales. Pero en Reino Unido se han ido acumulando como estratos geológicos, desde la era Tudor a la Segunda Guerra Mundial, formando una roca muy gruesa que es difícil de romper. Y cuando ves al país de una manera que no es, comienzas a hacer algunas cosas extrañas porque no entiendes tu lugar en el mundo.

P. Cuando habla de cosas extrañas, ¿se está refiriendo al Brexit?

R. Se podría argumentar que un ejemplo de eso fue el Brexit. La gente nunca llegó a entender el significado de la UE. Nunca fue bien explicado. No se veían algunas de las conexiones que no eran muy obvias, pero que en realidad eran bastante importantes. Creo que el Brexit fue el resultado de la visión distorsionada que los británicos tienen de Reino Unido.

Foto: Recibimiento en Londres a los reyes Felipe y Leticia. (Reuters)

P. ¿Cuál es la visión que Reino Unido tiene de sí mismo y cuál es la realidad?

R. Sobre todo a nivel político, se vende una influencia en el mundo mucho mayor de la que es en realidad. Tras el Brexit, se vendió la nueva Global Britain como una panacea, firmando acuerdos comerciales y estrechando relaciones con países fuera de Europa. Ahora bien, por más que los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático tengan una población mayor que los 27 países de la UE, nunca compensarán el comercio perdido con el mercado único.

El Brexit reflejó una especie de imagen nostálgica en algunas partes de la política británica, de mirar al país tal vez como era en el siglo XIX, pero no como es ahora. Como Reino Unido no fue invadido ni sometido a un régimen fascista en la Segunda Guerra Mundial, existe la sensación de que, bueno, tal vez seamos diferentes en algún sentido. No todo el mundo piensa esto, pero ciertamente es parte de la cultura popular. Pero la realidad es que somos una isla. Si hubiéramos estado unidos a Francia, estoy seguro de que habríamos corrido el mismo destino.

P. ¿Son los gobiernos conservadores los responsables de esta retórica ficticia?

R. Se ve particularmente en la derecha política y sobre todo después del Brexit, pero los conservadores no son los únicos vendiendo una narrativa poco realista. Cito, por ejemplo, a Tony Blair con su discurso de dimisión cuando dijo: “Este país está bendecido. Los británicos son especiales. El mundo lo sabe, nosotros lo sabemos, este es el país más grande del mundo”. Me pareció muy revelador que tan recientemente como en 2007, hubiera un primer ministro británico y laborista, hablando de este modo. Eso muestra cierta arrogancia hacia el mundo. Y creo que, en general, lo bueno es acercarse al resto del mundo con humildad, estés donde estés.

P. ¿Cuál es entonces su verdadera posición en el mundo?

R. La realidad es que Reino Unido es un país de mediano tamaño en Europa que debería buscar tener buenas relaciones con sus vecinos en un mundo con crecientes tensiones entre los países más grandes y poderosos, en particular Estados Unidos y China.

P. El control de la narrativa quedó ya claro en 1776. Estados Unidos se convirtió en la primera colonia del mundo en lograr con éxito la independencia en la era moderna. En lugar de una derrota, Reino Unido lo transformó hablando de “relación especial”, término que dura hasta día de hoy, donde se siguen vendiendo episodios históricos que no se adecuan totalmente a la realidad. Usted menciona en el libro que tienen que estudiar aquellos que quieran convertirse en británicos.

R. Hablo del historiador nacido en Alemania, Frank Tremain, quien denunció cómo se exponían las cosas, presentando a Reino Unido actuando sólo, ya fuera durante una Segunda Guerra Mundial o durante un descubrimiento científico, cuando en realidad era, por supuesto, parte de un esfuerzo internacional mucho mayor. Hay también episodios oscuros de la época imperial de la que los ciudadanos no son conscientes. A pesar de una campaña de historiadores para cambiar el libro y ajustarlo más a la realidad, el Gobierno conservador no hizo nada al respecto. Veremos si ahora los laboristas actúan.

P. ¿Cuánto influye en esa distorsión de la realidad el hecho del idioma? El inglés. Al fin y al cabo, domina la geopolítica

R. Nuestro idioma es al mismo tiempo bendición y maldición. Se ha convertido en idioma predeterminado para muchos negocios y diplomacia internacionales. La propia Asociación de Naciones del Sudeste Asiático lo tiene como lengua oficial porque en la región hay muchos dialectos diferentes. Y, por supuesto, nuestro idioma nos ayuda enormemente en las relaciones con Estados Unidos. Pero el lado oscuro de esto es que la gente no se esfuerza en aprender otro idioma, lo que es más difícil para interactuar y comprender culturalmente cómo se vive en otros sitios. Si además eres una isla, esto lleva a que te mires más a ti mismo y no mires hacia afuera, lo que distorsiona la visión del lugar que ocupas en el mundo.

P. Hablemos de cómo les ven los demás. En su testamento, Carlos III (1716–1788) ya advertía de tener mucho cuidado con lo que se negocia con los británicos porque “no respetan los compromisos adquiridos”. A lo largo de la historia, desde fuera, también les han catalogado de arrogantes, racistas, clasistas… ¿Hay algo de verdad?

R. Ciertamente tienen algo de verdad. Como cualquier país, Reino Unido es una gran mezcla de personas. Pero lo que usted ha identificado, creo que son más bien formas de actuar, que se ven en un cierto nivel de poder en una élite política. Sobre todo en la época de negociaciones del Brexit fue inquietante que el Gobierno hablaran abiertamente de violar el derecho internacional. Realmente, depende de nosotros asegurarnos de que nuestra cultura política sea mejor que la que usted describió. Tenemos que tener gobiernos que nos representen como pueblo británico.

Foto: Nigel Farage, el 4 de junio de 2024. (DPA/James Manning)

P. En el libro asegura que “el ascenso de Boris Johnson fue un ejemplo de las considerables recompensas que el elitismo al estilo británico a menudo ha ofrecido por el fracaso”

R. Mientras que en algunos países, como Estados Unidos, hay dinastías familiares que llegan a la cima de la política, en Reino Unido hay una dinastía de clases. La gran mayoría de los primeros ministros desde la guerra, fueron a la Universidad de Oxford, lo que deriva en una cierta estrechez de pensamiento. En cierto modo, me parece que hemos retrocedido. Jim Callaghan del Partido Laborista o John Major de los conservadores no fueron a la universidad.

Es bastante difícil imaginar eso ahora. Es cierto que cada vez hay más personas con acceso a la universidad y eso, en general, es algo muy bueno. Pero también refleja la forma en que la política se ha reducido a un sector de la población. Ahora es el tipo de carrera que favorece a los que vienen de colegios privados, donde supuestamente les convirtieron en personas poderosas y persuasivas. El problema es que nunca cumplieron lo que prometieron.

P. Tras el caos de los últimos años en Westminster, hay muchos columnistas con comentarios catastrofistas “Reino Unido es como un país del Tercer Mundo desmoronándose”. “Por primera vez en mi vida, empiezo a pensar que Gran Bretaña está acabada”. Usted mismo, en la portada de su libro muestra la estatua de Nelson hecha pedazos. ¿Se ha pasado ahora al otro extremo? ¿De creerse los mejores a pensar que el barco se hunde?

R. Reino Unido finalmente se está adaptando a algunas verdades incómodas sobre sí misma. Pero en algunos casos ha habido una reacción exagerada. Este es un país con un gran problema de desigualdad y pobreza que afecta a millones de personas. Pero las personas que escriben esos artículos están en posiciones muy cómodas en la sociedad. Y que digan que el país está acabado es ridículo.

En realidad, es casi ofensivo. He trabajado en países que han tenido enormes problemas de conflictos, corrupción, a veces incluso guerras, pobreza a gran escala que afecta a la mayoría de la población. Y Reino Unido no está en esa posición. Es más, seguimos con liderazgo en algunas áreas de la ciencia y otras industrias. Reino Unido tiene mucho potencial, pero ha tomado algunas malas decisiones en los últimos años. Pero estas son opciones que se pueden cambiar. Se trata de opciones sobre ser más realistas, sobre comunicar el tipo de país que somos y comprender lo que somos. Comprender la forma en que nuestra sociedad está cambiando demográficamente en términos de envejecimiento de la población y el impacto que eso tendrá en términos de comprender mejor nuestro lugar en el mundo y cómo deberíamos relacionarnos con otros países. Todas estas son cosas importantes que, por fin, se habla de ellas de una manera que no se hablaba antes. Pero decir desde una posición cómoda que el país está acabado es grotesco.

"Reino Unido tiene mucho potencial, pero ha tomado malas decisiones en los últimos años"

P. ¿Con el nuevo primer ministro Keir Starmer van a cambiar las cosas? ¿Se podría incluso volver a la UE?

R. Creo que hay muchos obstáculos para regresar a la UE en el corto o medio plazo. Una es la posición interna, las promesas que ha hecho el gobierno, y también que si bien es cierto que una clara mayoría de la gente ahora parece pensar que el Brexit fue un error, eso no significa necesariamente que piensen que Reino Unido debería volver a unirse a la UE. Quizás piensen que debería haber una mejor relación. Pero ahora que el Brexit está hecho, pues está hecho. Y lo más importante, por supuesto, es la postura que adoptaría la propia UE si Londres volviera a presentar su solicitud. Tendrían que valorar si quieren dejarlo entrar nuevamente o si eso podría tener un efecto desestabilizador. Y si volviera a entrar, ¿cuáles deberían ser las condiciones? Porque, por supuesto, Reino Unido tenía varios privilegios de exclusión voluntaria que acumuló durante su membresía, pero ahora las cosas serían distintas.

P. Con excepción de querer estrechar relaciones con la UE, la política exterior del nuevo Gobierno laborista se diferencia más bien poco de la del Ejecutivo conservador: relación especial con EEUU, competencia y cooperación con China protegiendo seguridad nacional, apoyo a Ucrania.

R. En muchos aspectos que acaban de identificar no será tan diferente. Pero creo que con el Partido Laborista habrá menos presuntuosidad en política exterior que con los conservadores, particularmente en la era Johnson, hablando de Global Britain navegando alrededor del mundo con el poder de sus buques de guerra celebrando acuerdos comerciales en lugares lejanos. Será más realista en ese sentido. Y lo más importante es que si Donald Trump gana las elecciones, claramente habrá límites bastante severos en el grado de asociación que Reino Unido puede formar con los Estados Unidos porque, como sabemos, Trump es muy escéptico respecto a Europa. Cree que Estados Unidos está pagando por su defensa y eso no le gusta. Y, por supuesto, el Reino Unido no escapa a esas críticas más que Francia, España o Alemania. Esa es otra razón por la cual a nivel de seguridad la relación del Reino Unido estará más en la esfera europea.

Foto: Migrantes cruzan el canal de la Mancha. ( EFE/ EPA/ Tolga Akmen)

P. ¿Por eso Starmer quiere cerrar un nuevo pacto de seguridad y defensa con la UE?

R. Sí. Por supuesto, Reino Unido sigue siendo miembro de la OTAN. Pero durante mucho tiempo se ha estado discutiendo sobre cómo los esfuerzos de seguridad de la UE encajan con las diferentes organizaciones de la OTAN. Se trata de una tensión constante que nunca se ha resuelto por completo y que probablemente se volverá aún más difícil si Trump regresa a la presidencia estadounidense.

P. ¿Cómo cree que podría ser la relación entre Starmer y Trump?

R. A primera vista, sus orígenes son bastante diferentes. Obviamente, Starmer era un abogado de derechos humanos. Y Trump ha demostrado que desprecia bastante los derechos humanos en muchos aspectos. Pero Starmer es un profesional y tiene que tratar de formar una relación con cualquier presidente estadounidense, sea quien sea. El problema con Trump es que no es un socio fiable en el sentido de que puede hacer cualquier cosa en cualquier momento. Y todo el que trata con él lo sabe.

Ya lo decía Robert Burns, el poeta escocés del siglo XVIII: “¡Oh, algún poder nos daría el regalo / de vernos a nosotros mismos como nos ven los demás!”. Pasa con las personas y también con los países. Y ahí la pregunta: ¿Reino Unido es tan importante como se cree? La que fuera la potencia imperial que dominaba los mares, la única que se opuso a la invasión nazi de Europa, la que siempre ha estado en el bando ganador a lo largo de la historia, la que está ahora libre de las cadenas de la Unión Europea y podrá liderar, aún más, el tablero geopolítico, ignorando su condición de país de tamaño mediano en el Océano Atlántico.

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