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El día que Chávez perdió la cabeza: lo que cuentan las derribadas estatuas del difunto líder bolivariano
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El día que Chávez perdió la cabeza: lo que cuentan las derribadas estatuas del difunto líder bolivariano

No es la primera vez que los venezolanos proyectan su ira sobre la imaginería chavista. En las protestas de Venezuela de 2017, 2018 y 2019 también se registraron casos de estatuas del expresidente derribadas o vandalizadas

Foto: Una estatua de Hugo Chávez en Caracas. (Reuters/Gaby Oraa)
Una estatua de Hugo Chávez en Caracas. (Reuters/Gaby Oraa)

Cuando Hugo Chávez murió, pidió en su testamento personal ser velado tres días y enterrado junto a su abuela en su pueblo natal, Sabaneta de Barinas. Y alguna vez expresó que no quería que se le recordara con estatuas y plazas, honor reservado para los próceres de la patria. Pero no respetaron su voluntad. Tras el fallecimiento, Nicolás Maduro, todavía vicepresidente, intentó embalsamar el cuerpo del mandatario para la eternidad (aunque finalmente no pudo), lo sepultó en un cuartel en Caracas y, como un conjuro, sembró toda la geografía nacional de esculturas, bustos e imágenes del fallecido líder bolivariano.

El chavismo nunca fue un movimiento ideológico, sino sentimental. Mesiánico. La dramática muerte del líder en 2013 tras dos años de batalla contra el cáncer fue el momento fundacional de un culto en torno al presidente caído. Desprovisto del carisma y los petrodólares de su predecesor, Maduro pasó a ser un mero profeta del finado, gobernando en nombre del “líder eterno, comandante galáctico y celestial” que se le aparecía “en forma de pajarito” para darle instrucciones. Durante una década, vivió de las rentas de la fe chavista, mientras hacía implosionar al país económica, social y demográficamente. Pero, año tras año, la pantomima ha sido cada vez más difícil de mantener. Y este domingo, en las elecciones presidenciales, terminó derrumbarse. La revolución ha muerto.

Nada más conocerse la victoria de Maduro, que la oposición y gran parte de la comunidad internacional considera fraudulenta, comenzaron a caer estatuas de Chávez en varios puntos del país en medio de multitudinarias protestas espontáneas. Algunas dejaron instantáneas para el imaginario colectivo, como la de un manifestante encapuchado, encaramado sobre una efigie del expresidente en Coro, estado Falcón, desfigurándole la cara a martillazos. Finalmente, la figura cayó del pedestal, devastada y humillada por la multitud.

“La fotocopia de un libro de historia de Venezuela en 2050”, publicaba una conocida cuenta de memes venezolanos para subtitular la poderosa imagen. “Abran el libro en la página 208, donde pueden ver una foto del día que murió el chavismo”, completaba otro usuario en las respuestas.

No es la primera vez que los venezolanos proyectan su ira sobre la imaginería chavista. En las protestas de Venezuela de 2017, 2018 y 2019 también se registraron casos de estatuas del expresidente derribadas o vandalizadas. Pero en ese entonces, estos actos fueron minoritarios y, en su mayoría, furtivos; muchas veces orquestados por militantes de la oposición. Las imágenes y videos que llegan de Venezuela estos días muestran algo muy distinto. Son actos masivos, en barriadas populares y ciudades que fueron dominadas durante más de dos décadas por el chavismo. Los concurrentes celebran con rabia la caída de los monumentos, apuñalan con saña los carteles electorales, prenden fuego a las pancartas de Maduro.

El país vive horas muy complicadas, mientras se reportan enfrentamientos entre autoridades y manifestantes en varios estados. Al menos 11 personas han perdido la vida y más de 130 han resultado heridas, según Foro Penal Venezolano, una asociación que registra los sucesos en las protestas desde hace años. Mientras, las autoridades cifran en más de 750 los arrestados y 20 agentes heridos. Esos enfrentamientos fueron muy fuertes en Caracas durante la tarde del lunes, cuando desde algunos de los barrios más pobres de la ciudad, como Petare, bajaron cientos de personas para manifestarse en el centro de la ciudad. Que "bajen los barrios" es uno de los mayores miedos de cualquier gobernante venezolano, desde las protestas contra el gasolinazo de Carlos Andrés Pérez, en 1989, provocaron un estallido social conocido como el Caracazo.

Pero, a diferencia de protestas anteriores, en esta los manifestantes son de extracción humilde, aunque el liderazgo político sigue estando en las clases medias y altas. También que las marchas llegaron muy cerca del Palacio de Miraflores, la sede de gobierno, y se prendieron zonas de la ciudad como Candelaria, el barrio más grande del centro, ajeno antaño a las protestas opositoras y donde también ahora asoma el descontento.

Ver rodar la cabeza de Chávez

Una de las primeras estatuas en caer fue la Mariara, un antiguo bastión chavista en el estado Carabobo. Allí le echaron unas sogas al cuello a la escultura de Chávez, en pose de saludo castrense, y decenas de personas comenzaron a tirar hasta que hicieron caer el bronce, provocando un estallido de júbilo colectivo. Una vez en el suelo, la muchedumbre se abalanzó sobre la imagen, cosiéndola a patadas e insultos, saltando sobre ella en señal de victoria. Para redondear la metáfora, le cortaron la cabeza y la arrastraron en moto por las calles del barrio ante la mirada complaciente de los vecinos.

Hay imágenes de estos derribos en puntos tan distintos como Calabozo, la Guaira, Trujillo o Los Teques. Ver rodar la cabeza de Chávez en los barrios pobres que lo encumbraron es la muestra de que el culto bolivariano ha llegado a su fin. A Maduro solo le queda la represión. Y respaldado por las Fuerzas Armadas y los restos del Partido Socialista Unido de Venezuela (incluyendo sus comandos paramilitares armados conocidos como colectivos) no le va a temblar la mano para aferrarse al poder. Como no le tembló en el pasado, como muestra el reguero de muertos, torturados y perseguidos de estos últimos años.

"Según transcurría el lunes, quedó claro que Maduro está dispuesto a tomar el próximo paso y convertirse en un régimen paria, aislado, al estilo de Nicaragua si eso es necesario para retener el poder. El régimen [de Maduro] mencionó a [la líder opositora María Corina] Machado como sospechosa de un supuesto sabotaje electoral, un potencial preludio de su arresto y el de otras figuras opositoras", consideró el periodista y analista internacional Brian Winter, editor de la revista especializada American Quarterly.

Las señales son preocupantes. Ante las críticas de varios países latinoamericanos, otrora aliados de la causa bolivariana como Brasil, Colombia o Chile, para la publicación detallada de los datos electorales, Maduro respondió expulsando a varios embajadores del país y cortando algunas de las pocas conexiones aéreas que quedan en el país, como la ruta a Panamá. Pero también recibió el respaldo inmediato y sin fisuras de China, Rusia, Cuba e Irán, que le dan cobertura geopolítica (y algún que otro balón de oxígeno financiero). Algunos líderes de la oposición, como el diputado Freddy Superlano, fueron arrestados por agentes encapuchados de los servicios secretos, que actúan como policía política.

Caen las estatuas, ¿y el gobierno?

Pero, insisten analistas y observadores, no es lo mismo hacer caer una estatua que un gobierno. Las redes sociales de los venezolanos se han llenado de paralelismos con las estatuas caídas de Lenin en Kiev a la de Sadam Huseín en Irak o Gadafi en Libia como preludio o acompañamiento a un cambio del régimen. Pero estas comparaciones son más emotivas que analíticas. El ataque a los símbolos más profundos de un régimen pueden ser precursores o avisos tempranos de una insurrección masiva, pero eso no supone que se vaya a materializar un cambio. Y hay una abrumadora cantidad de precedentes históricos y actuales que lo refrendan.

Maduro se va a enrocar y es muy improbable (aunque no imposible) que caiga exclusivamente por voluntad popular, como han mostrado las manifestaciones y protestas del pasado. Tampoco la presión internacional, eventuales sanciones o ultimátums diplomáticos parecen suficientes para sacarlo del poder. Esto es otro déjà vu. En 2019, EEUU, la UE y varios países de la región llegaron a reconocer al entonces líder de la oposición Juan Guaidó como "presidente encargado" de Venezuela para volver, años después, a pasar por el aro del statu quo. ¿Qué tiene que pasar entonces?

Foto: La líder de la oposición, María Corina Machado, susurra al oído del candidato presidencial Edmundo Gómez durante una rueda de prensa. (Reuters/Leonardo Fernández)

Los grandes jerarcas del chavismo, empezando por el propio Maduro y la cúpula militar, tienen millonarias órdenes de búsqueda y captura en Estados Unidos por narcotráfico y abusos a los derechos humanos. Así que su resistencia política es también existencial, ligados por un complejo entramado político-militar con el que monopolizan las esferas de poder, los cuerpos armados y los recursos de las exportaciones petroleras. A esto se une que los venezolanos han pasado por un ciclo de diez años de protesta y represión, que ha hecho migrar a millones, alejando la esperanza en una eventual transición democrática. ¿Cuánto resistirán los venezolanos en las calles, exponiendo de nuevo sus vidas y su libertad?

"Para tratar de comprender el comportamiento de Maduro hay dos elementos clave. El primero es que el mayor temor de Maduro y sus aliados no es perder el poder per se, sino acabar el resto de sus vidas en una prisión federal Supermax en Estados Unidos. Nunca van a abandonar el poder sin algún tipo de acuerdo total de inmunidad o de justicia transicional", escribe Winter. "La segunda, que el modelo del chavismo siempre ha sido Cuba, donde las autoridades han permanecido en el poder exitosamente durante 65 años, y contando, mediante la represión y la exportación de los descontentos. Si tomas la visión a largo plazo, la visión de La Habana, esto es tan solo otra tormenta pasajera".

Hasta Miraflores

Poco antes de mediodía del martes, el punto de concentración para la marcha opositora está ya a rebosar. Centenares de motorizados llegados de los barrios de la ciudad resguardan al núcleo de personas que se disponen a caminar desde Altamira, en el este acomodado de la ciudad, hasta el centro de la capital, donde está el palacio presidencial y los poderes públicos. En lo alto de un camión llegan el candidato presidencial, Edmundo González, y la líder opositora, María Corina Machado. Vuelven a repetir que según las actas en su poder, un 73%, la oposición ha ganado los comicios con más de tres millones de votos de diferencia con respecto a Nicolás Maduro.

Cada cifra es vitoreada, y el himno nacional, cantado con fuerza. Hay gente de todos los extractos sociales.

Foto: Demonstrators gather to protest election results that awarded Venezuela's President Nicolas Maduro with a third term, in Caracas, Venezuela July 30, 2024. REUTERS Alexandre Meneghini

“Estamos reclamando por nuestros derechos. Sabemos que todo fue manipulado”, dice en mitad de la marcha Cristian Mena, un joven apenas mayor de edad oriundo de Petare, la mayor favela de América Latina. “Petare explotó porque estamos pasando hambre. Nos tienen a punta de una bolsa que no alcanza para nada y los productos vienen totalmente malos. Eso está incomible”, dice, mentando el programa social de alimentos que las autoridades reparten a los ciudadanos con menos recursos. Tiene claro hasta dónde está dispuesto a llegar. “Hasta Miraflores, adentro si es posible”, asegura, refiriéndose al palacio presidencial.

Pero, apenas diez minutos después de arrancar la caminata antichavista por la avenida Francisco de Miranda, aparecieron en la zona decenas de agentes de las fuerzas del orden, a pie, motorizados y con tanquetas de agua, que dispersaron a los manifestantes con gases lacrimógenos y cargas con porras y escudos.

En la dirigencia opositora creen que la ola de represión que se avecina, combinada con una percepción generalizada de fin de ciclo y la permanente crisis económica, puede generar grietas internas en los opacos núcleos de poder chavista. Venezuela ya vivió sonadas y controvertidas deserciones oficialistas, pronunciamientos militares y otros episodios que el aparato oficial logró capear con plomo y cárcel. Pero también esta crisis llega en momento de debilidad política de Maduro. Por eso ruedan las cabezas de Chávez en los mismos barrios dónde forjó su mito.

Cuando Hugo Chávez murió, pidió en su testamento personal ser velado tres días y enterrado junto a su abuela en su pueblo natal, Sabaneta de Barinas. Y alguna vez expresó que no quería que se le recordara con estatuas y plazas, honor reservado para los próceres de la patria. Pero no respetaron su voluntad. Tras el fallecimiento, Nicolás Maduro, todavía vicepresidente, intentó embalsamar el cuerpo del mandatario para la eternidad (aunque finalmente no pudo), lo sepultó en un cuartel en Caracas y, como un conjuro, sembró toda la geografía nacional de esculturas, bustos e imágenes del fallecido líder bolivariano.

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