Es noticia
La Partida del Siglo: el día en que la sociedad valenciana enloqueció con un duelo de pilota
  1. España
  2. Comunidad Valenciana
Éxito audiovisual

La Partida del Siglo: el día en que la sociedad valenciana enloqueció con un duelo de pilota

Se cumplen 30 años del legendario enfrentamiento entre el Genovés y Álvaro, un hito deportivo y televisivo que disparó las audiencias de Canal 9 con un final épico

Foto: Torneo de pilota en una imagen de archivo (EFE)
Torneo de pilota en una imagen de archivo (EFE)

Hay una imagen que contiene el porqué de todo lo que se contará en esta humilde pieza. La fotografía cuelga del salón de un escritor. Que ha recibido el encargo de una revista deportiva. Así que, imaginemos que tras echar un nuevo vistazo al cuadro, el escritor esculpe un monumento de 132 palabras con su teclado.

Escribe: "Es el último juego de la partida. El hombre de cuarenta años, que lo ha sido todo, que sabe que se hablará de él por siempre jamás, que la gente recordará tantas partidas, tantas gestas, tantas jugadas, es un enigma. Adusto el gesto. La pierna derecha flexionada. El codo izquierdo en el escalón. Y la mirada, fija en un tiempo que no es presente ni futuro ni pasado; un tiempo que discurre al margen de toda coordenada conocida por los mortales".

Punto.

Late en ese párrafo la trascendencia del juego que quiere dejar de ser solo un juego. De esos acontecimientos que van perforando imaginarios y disparando las audiencias porque por un momento nadie quiere moverse ni un milímetro de esa conversación. Que se convierten en fenómenos sociales masivos por un de repente: miles de miradas y corazones sincronizándose maravillados ante lo que ocurre en una pantalla.

Sucedió un 9 de julio de 1995 en Sagunto. La llamaron, claro, la Partida del Siglo.

"En un sistema deportivo dominado por el fútbol, aquella partida fue un éxito audiovisual absoluto, con una audiencia superior al 19%". Aporta el dato Toni Mollà, sociólogo, profesor de la Universitat de València y escritor. Lo inaudito de este asunto es que no hablamos de deportes de audiencias sólidas, sino de una partida de pilota valenciana. Juego atávico, singular, enraizado en la tierra que le concede el apellido, donde levanta templos conocidos como trinquetes, incluso una catedral oculta en el centro de València.

Foto: Interior del Trinquet de Pelayo. (Cedida)

"Mucha gente que no era aficionada a la pilota descubrió aquel día la belleza de nuestro deporte y la dimensión comunitaria y simbólica del Genovés", abunda Mollà.

Ese Genovés es el protagonista de la escena que encabeza este reportaje. Paco Cerdà, autor de títulos como Presentes, 14 de abril o El peón, envió el artículo con ese párrafo a una revista ya desaparecida sobre pilota valenciana. Cerdà confiesa en esa misma pieza: "Yo tengo nostalgia del Genovés. No del pueblo, que piso cada semana, sino del jugador de pilota, del mito de facciones heroicas, Che Guevara valenciano, al que nunca vi jugar a pilota sin la vitola de veterano"..

A Paco Cabanes se le conocía deportivamente por el pueblo donde había nacido. El Genovés jugador fue –es– el estandarte a un pequeño municipio del interior de València, junto a la orgullosa Xàtiva, donde el acto de nacer se considera el primer rito hacia convertirse en jugador de pilota valenciana.

Durante los años ochenta, Cabanes se convirtió en el rey de una modalidad de este deporte que, con una analogía simplona, sería equivalente a un tenis sin raqueta, golpeando la pelota sencillamente con la mano, aunque en el trinquet –el recinto donde se practica– la arquitectura y el público intervienen: la esfera puede rebotar en paredes, escalones e incluso entre la gente sin que eso se considere un fallo.

En la pilota, práctica abonada a las apuestas, se permiten reglas extraordinarias para igualar una partida, como que un equipo sume más efectivos que el otro. La superioridad del Genovés, con su potencia atronadora cosida a una finísima técnica, era tan grande que a menudo se anunciaban partidas de él solo contra dos oponentes.

Foto: Escalante Centre Teatral (Imagen cedida)

Pero la mayoría de sus gestas quedaron para la tinta de crónicas deportivas o para el irresistible y ornamentado relato oral. Sin embargo, en los noventa aparecieron las cadenas televisivas autonómicas y, de repente, la pilota valenciana entró en los hogares de todos los valencianos a través de Canal 9.

El espectáculo de la televisión le llegó al Genovés barruntando la retirada. Había sobrepasado las cuatro décadas cuando, contra todo pronóstico, se plantó en su sexta final del Trofeu Individual, la cita más esperada del calendario para los aficionados. "Tanto los cuartos como las semifinales habían tenido el mismo guion: el contrario se adelanta 55-45 (a un solo juego de la victoria) y entonces Paco remonta", recuerda David Sarasol, director del Museu de la Pilota Valenciana, situado, obviamente, en el municipio del Genovés.

"El seguimiento de la final fue brutal en casas y en bares del pueblo", rememora Sarasol. Frente al ídolo de toda una generación había emergido un antagonista a la altura: Álvaro, un pilotari veinteañero de Faura que encarnaba al deportista del –entonces– futuro: mayor preparación física, juego enérgico y eficaz, y una fiereza competitiva que incluso irritaba a la grada, acostumbrada a temperamentos más contenidos. En oposición, Cabanes encarnaba la elegancia de un mundo marchito.

Foto: Fotograma de 'Lo carga el diablo', de Guillermo Polo. (Cedida)

"Me habló de aquella partida el entrenador que tenía cuando era una niña. Claro que la he visto. Me impactó la manera que tenía Paco de llegar al público, que estuviera volcado con él". Lo cuenta Victoria Díez, actual estrella y campeonísima de la pilota femenina. Nació 6 años después de la partida, por lo que forma parte del público que ha rescatado aquella final en Youtube, donde puede verse íntegramente.

En esa transmisión, Díez descubriría una grada y un palco de autoridades desprovisto de mujeres, entre otros anacronismos. En la pista, Álvaro avanza con sus manos de martillo hasta a rozar la victoria. "En palabras de Paco, fue de sus peores partidas, venía mermado físicamente", recuerda Sarasol.

Y entonces, cuando el joven está punto de postrar al extenuado veterano, comienza ese milagro que se compone de millones de milagros como un mosaico virtuoso, lleno de gestos sutiles y golpeos imposibles. "Me impactó mucho cuando la gente corea su nombre, es algo que solo ha conseguido él", describe Díez.

Foto: Carteles de cine y un proyector. (Alejandro Martínez Vélez)

En la pilota, el público acostumbra a no alinearse con un bando, sino que se aplauden puntos de uno y otro. Pero Paco trastornó esa atmósfera diplomática con su carisma. De pronto, Álvaro se quedó solo, a una falange de la gloria. "Puedes ver la final las veces que sea, siempre te emociona comprobar cómo quería la gente a Paco", incide Tonet Ordiñana, otro pilotari de moda, devorador de trofeos individuales y nacido en El Genovés. Tampoco él había nacido en 1995. "Con motivo de un cumpleaños de Paco editaron la final en CD; todos en el pueblo lo tienen, lo habré visto un millón de veces", apunta Ordiñana.

En la partida, el contraste estético entre oponentes se acentúa a medida que el Genovés recorta distancia. Asediados por la canícula de un mediodía de julio, Álvaro mantiene su apariencia de novísimo deportista de élite mientras en Paco asoma el jugador en retirada: hay una camiseta interior de tirantes ensopada bajo la equipación oficial, hay una medalla de oro que va de su pecho a su boca en los interludios entre juegos.

"A alguien que no ha visto la partida le diría que ponga justo el momento en el que empata, antes del último juego. Ambos se cruzan por debajo de la cuerda y Paco le toca la cabeza a Álvaro, que vean lo que ocurre desde ese momento", apunta Sarasol. El narrador de aquella partida, Alberto Soldado, explotaba en ese instante, rendido al encanto del veterano: "¡Le ha tocado la cabeza a Àlvaro y esto se viene abajo!".

Tras ese cruce, el Genovés busca su lado de la cancha y se sienta en un escalón, estirando las piernas, posando para esa foto que hoy cuelga en hogares como en la del escritor Paco Cerdà. "Para mí, esa imagen representa el carisma", deja escrito el autor. El viejo pilotari, entonces, se levanta y cumple con su destino de héroe ante el delirio del público, que acabará llevándolo en volandas, mientras el narrador se disculpa las lágrimas: "¡Tenemos que llorar! ¿Por qué no vamos a llorar?".

Foto: Un bosque en una imagen de archivo (EFE)

Todos esos momentos pasaron a formar parte de una iconografía propia en la cultura valenciana. "Paco ya era el mejor durante décadas, pero la victoria épica contra Álvaro lo convirtió en un héroe de dimensiones desconocidas en el mundo de la cultura popular", explica Mollà, quien acabaría escribiendo la biografía de aquel inesperado ídolo pop.

Y hoy, ¿sobrevive el mito tres décadas después? Responde el biógrafo: "Queda la memoria en los sectores que lo vivimos. En sectores que no lo vieron jugar, Paco es un auténtico icono. Un símbolo de lo que podría ser un "país normal". Pero, por desgracia, aquel camino dentro de la cultura de masas que abrió el éxito audiovisual de la partida no ha servido para que la pilota se asumiera como un eje de las políticas deportivas públicas".

Tras la mediática partida, la pilota valenciana siguió con su compleja subsistencia y con audiencias televisivas que fueron alejándose de aquel estallido. En los siguientes años, por cierto, Àlvaro se convertiría en un leviatán absoluto del campeonato individual, estableciendo el récord de victorias.

La carrera del Genovés se detuvo en aquella partida, no así su leyenda. Como recuerda Cerdà, Paco fue un extraño y feliz caso de homenajeado: "Le pusieron su nombre a una plaza del Genovés mientras él estaba vivo. ¿Cómo debe ser vivir en la plaza que lleva tu nombre?".

Hasta su muerte, en 2021, su presencia en un trinquet se saludaba como la visita de una deidad y el funeral tras su fallecimiento convocó a miles de personas en El Genovés. Como rúbrica a la leyenda de aquel duelo queda, además, un interrogante: "Nadie sabe dónde está la camiseta que lanzó Paco al acabar la partida". Lo apunta Cerdà, quien ha rastreado a conciencia durante años el paradero de esa reliquia.

Quién sabe si hundida en una bolsa de retazos de nostalgia fungible, en el fondo de algún armario de un hogar valenciano que espera una mudanza, se esconde el último tesoro de aquella partida. El que para muchos sigue siendo el único duelo deportivo merecedor de denominarse la Partida del Siglo.

Hay una imagen que contiene el porqué de todo lo que se contará en esta humilde pieza. La fotografía cuelga del salón de un escritor. Que ha recibido el encargo de una revista deportiva. Así que, imaginemos que tras echar un nuevo vistazo al cuadro, el escritor esculpe un monumento de 132 palabras con su teclado.

Valencia