De la tragedia a la ilusión: el PSOE asume que habrá más casos Salazar mientras Feijóo se lanza a por la mayoría social
El PSOE vive entre la decepción por el continuismo "errático" de Sánchez y el temor a un efecto llamada de escándalos sexuales. Feijóo ilusiona, consagra la unidad y se lanza a por los 10 millones de votos desde "el centro reformista"
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Este sábado había dos formas de ejercer el periodismo político nacional: acudiendo a la sede del Partido Socialista a seguir el comité federal del PSOE o acudir al congreso nacional del PP... a seguir el comité federal del PSOE. El Confidencial estuvo en ambos sitios para observar las diferencias entre los dos partidos que representan la alternancia en un momento político especialmente grave.
Los dieciocho kilómetros que separan la sede del PSOE de Ifema, donde se reunía el PP, son la distancia entre el llanto y la sonrisa, el aplauso norcoreano y el entusiasta, el miedo y la ilusión, la tragedia y la comedia, y esto no es una forma de escribir: mientras en Ferraz había caras largas y lamentos, con líderes cayéndose del caballo, en Ifema actuaba un cómico para pedir un minuto de silencio por Pedro Sánchez y los músicos le cantaban la rianxeira a Alberto Núñez Feijóo.
Mientras Sánchez trataba de resolver la última crisis en su partido y en su Gobierno, el caso Salazar, Feijóo resumió la jornada así: "No hay más que comparar lo que ha pasado esta mañanita en la calle Ferraz con lo que está pasando aquí en estos tres días", dijo, consciente de que entre sus acompañantes reinaba un ambiente de ilusión. Mientras en Ferraz Sánchez admitía sentirse "tocado", y reducía su plan a proponer trece medidas (¡13!) contra la corrupción que sonaban como las brazadas de un náufrago, los ministros que estaban sentados tras él recibían mensajes de sus jefes de prensa para que forzaran un poco la sonrisa y evitaran esa imagen fúnebre. "Vamos a 120 por la autopista, pero el motor se ha gripado y ya sólo nos impulsa la inercia. No sé cuánto tiempo nos queda", admitía uno de ellos.
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En uno y otro confín, todo el mundo sabía que la noticia ayer estaba en Ferraz, pero nadie imaginaba que un nuevo escándalo estallaría en la línea de flotación del PSOE a primera hora se la mañana: resulta que uno de los cuatro nombres de Sánchez para el nuevo partido feminista que pondría fin a la era de Santos Cerdán, Paco Salazar, es un "baboso" que se comporta de forma "inadecuada" con las mujeres, tal y como reveló ayer El Diario. "Al final, Sánchez va a caer por el feminismo", decía con ironía una dirigente del partido que no dudó en aplaudir al líder del PSOE y presidente del Gobierno a pesar de que la jornada de ayer fue una evidencia más de que las decisiones que está tomando el Gobierno representan el continuismo. Tan es así que la mano derecha de Cerdán en el partido, Juan Francisco Serrano, seguirá en la ejecutiva, de modo que Sánchez no tenía previsto depurar del todo a ninguno de los colaboradores del secretario de Organización: ni Salazar, ni Mínguez, ni Serrano.
En el PSOE saben que la inclusión de Paco Salazar en el equipo de cuatro llamado a liderar la nueva etapa no representaba ningún cambio: un hombre muy cercano a Cerdán que ha estado con Sánchez desde 2017, cuando ganó sus segundas primarias, en las que compitió con Susana Díaz. Si a eso le sumas las acusaciones de "acoso sexual y abuso de poder" de varias mujeres, el escándalo era cuestión de tiempo. Las preguntas que en la mañana de ayer se hacían los dirigentes del PSOE reunidos en la sede de Ferraz eran dos: "¿Esto tampoco lo sabía Pedro?" y "¿Por qué Pilar Alegría calificó a Salazar como una persona íntegra al llegar a primera hora de la mañana a la sede de Ferraz?".
No sólo eso, es que el que hace siete años se proclamaba "el Gobierno más feminista de la historia", se puso de primeras del lado del presunto acosador y tardó en asumir que debía obligarle a renunciar a su puesto en el partido y a su puesto en el Gobierno. Porque sí, Sánchez quería confiar el futuro de su partido al tercer punto de la línea que forman Ábalos y Cerdán. Más de lo mismo, una nueva prueba de la crisis de realidad en la que viven el presidente, su portavoz y su núcleo duro.
"Va a haber más casos, lo de Salazar va a provocar un efecto llamada", admitía un portavoz socialista asustado ante lo que está por venir
La portavoz Alegría como síntoma
La portavoz del Gobierno tuvo que salir a rectificarse sólo unas horas después, aún de buena mañana y con medio partido comentando en qué mundo vive una persona capaz de "poner la mano en el fuego" por Salazar a pesar de las evidencias. Pero no sólo eso: el discurso del presidente del Gobierno alimenta internamente la sensación de que sigue bunkerizado: del mismo modo que no atendió las sospechas sobre Santos Cerdán, tampoco ha sido capaz de escuchar a quienes le pedían un cambio profundo, una cuestión de confianza, un congreso extraordinario o, incluso, elecciones. Nada, y eso genera desazón y, de nuevo, miedo ante lo que está por venir: "Va a haber más casos, lo de Salazar va a provocar un efecto llamada", admitía un portavoz del partido.
Tampoco convence la inclusión de Montse Mínguez como portavoz de la ejecutiva, cuando era la número dos de Cerdán en el Grupo parlamentario en el Congreso. Se trata de un perfil que levanta recelos en el partido y que no representa en ningún caso una voz feminista en un momento en el que las mujeres más combativas se están erigiendo como un auténtico contrapoder.
En contraposición a Alegría, Adriana Lastra. La exnúmero dos del PSOE que se enfrentó a Cerdán y que ahora es delegada del Gobierno en Asturias fue clara al llegar a Ferraz: "Salazar no debe ser nombrado". Ahí hay un discurso alternativo, una voz crítica: en los últimos días, varias mujeres importantes del partido advirtieron a Sánchez de que darle la vuelta al machismo estructural que ha representado la era Ábalos/Cerdán no se puede hacer improvisando un mensaje a las portavoces de igualdad en la víspera del comité federal.
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El otro es el que representa Emiliano García Page, el crítico con mayor poder orgánico e institucional y el único que no aplaudió el discurso del presidente del Gobierno, junto a la docena y media de miembros de la federación de Castilla-La Mancha. Cuando llegó por la mañana fue insultado por el medio centenar de fans de Pedro Sánchez instalados como "piquetes domésticos" en la platea de Ferraz para aplaudir a los ministros y criticar a Page: "Traidor".
Ya por la tarde, fue censurado por un comité federal construido no por Pedro Sánchez, sino por Santos Cerdán. Los más fieles a Sánchez, que no admiten que Page haya querido reabrir un doble debate que el presidente quiso cerrar el mismo día que dimitió Cerdán: elecciones o cuestión de confianza. De las 39 peticiones de palabra, una buena parte fueron para criticar sus exigencias, y Page tuvo intención de responder a todos ellos hasta que se le negó la palabra. "Tres puntos más en las encuestas", aseguraba uno de los suyos, que lamentaba no haber podido responder "a los insultos de (Óscar) Puente", que le calificó de "hipócrita". "La mayoría de los que han intervenido han sido ministros, secretarios de Estado o delegados del Gobierno, pero Sánchez no le ha mencionado en su réplica", aseguraban a este periódico desde el equipo de Page, atacado por discrepar en un órgano que exige adhesiones firmes.
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El PP es una fiesta
A dieciocho kilómetros, el PP era ayer una fiesta. En los corrillos se hablaba mucho de la decadencia en el PSOE y el equipo de Feijóo preparó un congreso para que hubiera pocas sorpresas. Los debates ideológicos se cerraron antes y los puestos importantes se comunicaron durante la semana. Daba la sensación de que el PP había decidido este fin de semana adoptar una estrategia de perfil bajo, de no cometer errores, de no conquistar la Moncloa sino esperar a heredar el poder cuando Pedro Sánchez diera su última bocanada y convocara elecciones.
Sin embargo, el discurso de Núñez Feijóo no fue esta vez de perfil bajo. Al contrario, fue vivo y vibrante, probablemente el mejor desde que llegó a la política nacional. Feijóo fue ayer muy Feijóo. Buscó dar sentido a un proyecto político que persigue ocupar la centralidad para llegar a los diez millones de votos: "La centralidad política no es indefinición, sino ambición", se explicó el presidente del PP. "Para que nadie se confunda", dijo a los que, especialmente desde el PP de Madrid, creen que no debe obviar a la derecha. Pero ese no sería Feijóo, que apeló al centro reformista que puso de moda en los noventa un José María Aznar que ayer no se quiso perder este alegato aznarista y este reconocimiento a la refundación del PP que hace tres décadas lideró el primer presidente del Gobierno del PP.
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Así, Feijóo ha andamiado un partido a su imagen y semejanza. Sabe que nadie pone en duda su liderazgo y que cuenta con una oportunidad más. Pero aunque ha buscado los equilibrios territoriales y ha mimado a Madrid, el poder se lo ha entregado a su hombre de confianza, Miguel Tellado, un secretario general con mimbres de general secretario. No ha querido el presidente del PP ampliar su núcleo duro, ese que le ha traído hasta aquí, y mantiene a todos y cada uno de los que le acompañan desde sus tiempos en la Xunta de Galicia. Eso sí, el nombramiento de Ester Muñoz como portavoz en el Congreso es la prueba de que Feijóo sí ha aprendido una lección: en los cara a cara con el Gobierno hay que jugar con sus reglas, que es que no hay reglas, y eso Muñoz lo sabe hacer de un modo desacomplejado. A veces demasiado.
Tan sólo chirrió la escasa relevancia que le ha dado a Cayetana Álvarez de Toledo, que se pegó el día haciéndose fotos con compromisarios y que levantó el mayor aplauso del plenario cuando fue designada uno de los 70 miembros del Comité Ejecutivo Nacional (CEN). "Hay que darle valor a los puestos en los que están", se justificó Feijóo sin mirar a nadie: "Entrar en el CEN es una gran responsabilidad, es el máximo órgano de nuestro partido y no quiero que pase lo que ha ocurrido en el comité federal del PSOE esta mañana. Os aseguro que no va a ocurrir".
El contraste entre ambos cónclaves fue la mejor forma de entender las dos españas. La que representa un proyecto que lleva siete años gobernando y que vive pendiente de cómo evolucionan los escándalos que le acechan, pero cuyo líder no tiene previsto renunciar; y la que representa un partido que ya ganó las elecciones, al que le costó asumir que no formaría Gobierno y que parece haber aprendido a no dejarse llevar por los cantos de sirena del triunfalismo: ayer nadie habló de repartos de carteras.
Así, mientras el PSOE achica agua y Sánchez intentaba mantener el equipo de Cerdán (Saázar, Mínguez, Serrano), el PP se prepara para gobernar con un presidente que ya ha dejado claro que siente que la meta está cerca pero que no quiere dar nada por sentado ni cometer errores. Y así, desde Ferraz y desde Ifema, queda inaugurado el nuevo ciclo electoral con un nuevo mensaje en clave interna de Feijóo en la enésima comparación con Sánchez: "Si hago lo que hace él, echadme del partido. No consintáis la degradación de un partido de Estado". Esta vez sí, Feijóo pronunció un discurso que ilusionó a su parroquía y que aspira a llegar a una mayoría social, desde el centro hacia la derecha. Justo cuando la legislatura cruza el ecuador y al presidente no le llega la camisa (vaquera) al cuello.
Este sábado había dos formas de ejercer el periodismo político nacional: acudiendo a la sede del Partido Socialista a seguir el comité federal del PSOE o acudir al congreso nacional del PP... a seguir el comité federal del PSOE. El Confidencial estuvo en ambos sitios para observar las diferencias entre los dos partidos que representan la alternancia en un momento político especialmente grave.