San Marino tumba el megaproyecto fiscal de Enrique Bañuelos para ricos españoles
El Gobierno de la pequeña república no autoriza al empresario español a vender a grandes fortunas visas para no residentes a cambio de una tributación laxa
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"Me voy a ir a vivir a Mallorca y me voy a comprar un avión privado", solía decir Enrique Bañuelos a sus más allegados. El hombre que se hizo millonario con Astroc, la inmobiliaria que se convirtió en la imagen de la burbuja del ladrillo que asoló España, contaba que, con su nuevo jet, "algo pequeñito, de tres o cuatro millones", se desplazaría una vez por semana desde la capital de las islas Baleares a San Marino y cada dos a Cabo Verde. Dos de los países en los que había focalizado sus nuevos proyectos ambiciosos.
¿Qué pretendía hacer Bañuelos en San Marino? ¿Por qué había elegido esa pequeña república pegada a Italia para hacer negocios? ¿Qué ‘business’ podía hacer en un país de apenas 61 kilómetros cuadrados y poco más de 35.000 habitantes? La respuesta es vender visas para ricos que, sin necesidad de vivir en la Serenísima República, como es conocida, disfrutarían de un régimen fiscal muy laxo, capaz de competir con la propia Italia y Portugal.
Para ello, Bañuelos, que no tuvo suerte con el rescate de la planta de Nissan en Barcelona, quiebra incluida, creó San Marino World, tratando de sacar provecho de una ley local por la que el pequeño país próximo al Adriático quería atraer a residentes temporales de alta capacidad económica para impulsar las infraestructuras turísticas y hoteleras. Y, presuntamente, consiguió que le dieran una autorización preliminar para construir un establecimiento de cinco estrellas.
Pero el Gran Consejo consideró que la información ofrecida por la web de San Marino World era "engañosa e incorrecta", al asegurar que la república pertenecía a la Unión Europea y que tiene licencia para gestionar residencias fiscales no domiciliadas. La Oficina de Actividades Económicas calificó la comunicación de San Marino World de no veraz, por lo que varios partidos locales empezaron a alertar sobre las intenciones del empresario valenciano.
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Y eso que Bañuelos estaba convencido de que podía hacer mucho dinero con ese proyecto. Hasta tal punto de que involucró al bufete Medina Cuadros, unos de los despachos madrileños de más prestigio, asesor habitual de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y de ACS, de Isidro Fainé, el alma mater de ‘la Caixa’, y hasta de José Luis Ábalos, exministro de Pedro Sánchez, entre otros. Gracias a su amplia red de contactos, empezaron a ofrecer este servicio para ahorrarse parte de la factura fiscal a sus adinerados clientes.
Pero, al ver que su socio no lograba la luz verde del Gobierno de la república, los de Medina Cuadros empezaron a recular, a desentenderse de este proyecto, porque la reputación, como defiende su fundador, don Manuel, cuesta mucho ganarla, pero se pierde en cualquier tropezón. Los hijos del fundador, que en un principio quedaron deslumbrados por la capacidad dialéctica de Bañuelos, echaron el freno y dejaron de promover las residencias fiscales en San Marino. El plazo para lograr las autorizaciones locales finalizó el pasado 30 de junio y, según fuentes próximas al proyecto, el que fuera el rey del ladrillo, ha renunciado a continuar con esa idea.
El que fuera rey del ladrillo ofreció este servicio fiscal a ricos españoles a través del bufete Medina Cuadros
Pero no con otra igual de ambiciosa, como es la de construir en Cabo Verde un complejo de lujo para europeos, que, en el caso de comprometerse a comprarse una mansión en el resort, disfrutarían también de un tratamiento fiscal cómodo. Otro proyecto, este en la isla de Maio, que también ha chocado con distintos problemas administrativos. Igual que le ocurrió con la iniciativa de construir en Nueva York una torre de apartamentos five stars para latinos —Latam Tower la bautizó— en la que instalaría un segundo Museo del Prado.
Aquel proyecto, valorado en casi 1.000 millones de euros, para el que aseguraba contar con dinero de UBS y de Citi, nunca vio la luz, pese a que Bañuelos contaba a todo al que le proponía participar que tendría el visto bueno del gobernador de Nueva York, "muy amigo mío". La maqueta la tenía expuesta en la Fundación Metrópoli, ubicada en la zona de empresas cercana a La Moraleja, con cuyo dueño, un genio de la arquitectura que ha asesorado en los desarrollos inmobiliarios de varias ciudades por todo el mundo, anda ahora con diferencias personales.
El Confidencial ha intentado sin éxito por varios medios conocer la versión de Bañuelos, que sigue disfrutando de su castillo en Mallorca, mientras termina un curso sobre piedras preciosas.
"Me voy a ir a vivir a Mallorca y me voy a comprar un avión privado", solía decir Enrique Bañuelos a sus más allegados. El hombre que se hizo millonario con Astroc, la inmobiliaria que se convirtió en la imagen de la burbuja del ladrillo que asoló España, contaba que, con su nuevo jet, "algo pequeñito, de tres o cuatro millones", se desplazaría una vez por semana desde la capital de las islas Baleares a San Marino y cada dos a Cabo Verde. Dos de los países en los que había focalizado sus nuevos proyectos ambiciosos.