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Unas fotos chillonas, mucho 'snob' y un boicot: el controvertido pasado de la agencia Magnum

Por Sofía Guardiola

Fotógrafos de Magnum en el encuentro anual de París en 1988. © Magnum Photos

El célebre fotógrafo Martin Parr quiso entrar en la agencia Magnum en 1995 como miembro de pleno derecho. Sin embargo, la élite de los que allí mandaban rechazaba sus instantáneas, al considerarlas banales, alejadas del fotoperiodismo de miserias humanas en blanco y negro más tradicional. Paradójicamente, muchos de ellos realizaban campañas de moda y publicidad.

En cierta ocasión, Henri Cartier-Bresson, fotógrafo emblemático y uno de los fundadores de Magnum –junto a Robert Capa o David Seymour “Chim”, entre otros–; acudió a una exposición de Martin Parr y, al salir, comentó públicamente que sus imágenes le parecían “de otro mundo”. Pero no lo decía precisamente en el buen sentido.

Para Parr, la fotografía trataba de captar un instante decisivo: un momento fugaz que se desvanece enseguida, pero en el que parecen alinearse los astros. Todo estaba ahí, delante de la cámara, durante unos segundos. La imagen perfecta. Y después ese algo en la escena se descuadraba, se arruinaba, se alteraba, y solo existía ya en la fotografía. No obstante, lo que él congelaba era lo que nadie quiere que perdure. Lo que todos y cada uno de nosotros borraríamos al instante deseando que nadie más lo viera. Sus protagonistas eran pillados in fraganti: estaban dormidos, llorando, con la boca llena, la espalda quemada o las manos sucias. Y, para colmo, sus instantáneas tenían colores chillones y saturados, alcanzaban tonos horteras y casi obscenos, que contrastaban con la tradición de la famosa agencia, en la que se plasmaban exclusivamente miserias humanas y se utilizaba el blanco y negro como lenguaje universal.

Hasta ese momento, los fotógrafos de Magnum habían desarrollado gran parte de su trabajo documental capturando la Guerra Civil española, cumpliendo la labor de mostrarle al mundo una tragedia que no tenía rostro y que resultaba remota fuera de nuestras fronteras. Fue de esa necesidad de dar a conocer la situaciones de los lugares desfavorecidos de donde nació la agencia. No es de extrañar, por tanto, que cuando el visionario fotógrafo solicitó acceder para que sus imágenes llegasen a un mayor público, la mayoría se opusiera.

Henri Cartier-Bresson. Foto: Wikimedia Commons
Martin Parr. Foto: Getty

El fotógrafo visionario que puso la lente en los temas cotidianos

Corría el año 1994, en el que los miembros de Magnum se reunieron para decidir si el británico podía o no ingresar en la agencia como miembro de pleno derecho. Él ya era fotógrafo asociado desde 1988, pero no eran pocos sus detractores. Estos estaban capitaneados por Philip Jones Griffiths, un fotógrafo de los de antes, que había capturado los horrores de la Guerra de Vietnam. Griffiths pensaba que Parr encarnaba los valores contrarios a los de Magnum. En primer lugar, lo consideraba frívolo por los temas escogidos para sus principales reportajes: el turismo de masas en New Brighton durante la época de Margaret Tatcher, la vida de las comunidades metodistas que vivían al margen del resto de credos en ciertas zonas cercanas a Manchester... Quizá el gusto que Tatcher sentía por sus imágenes también le convirtió en un artista poco deseable para una agencia comprometida con la defensa de los más desfavorecidos. Parr estaba mostrando la situación de las clases populares durante el mandato de la política, poniendo en la lente una realidad por la que nadie más se estaba interesando.

The Last Resort New Brighton, England. 1983-85. © Martin Parr | Magnum Photos

A día de hoy, a nadie se le escapa que hay mucha crítica aguda implícita en las imágenes de Parr –probablemente más que en la mayoría en blanco y negro que mostraba la popular agencia–, que quieren ir más allá de la anécdota y de la sonrisa tierna. No solo se critican aspectos tan en boca de todos como las malas prácticas en el turismo, que convierten las ciudades en parques de atracciones inmensos e inhabitables, sino que también hay un desencanto implícito en sus protagonistas. A pesar de los colores chillones o precisamente gracias a los colores chillones, a pesar de la posibilidad de disfrutar del agua de la piscina o de la arena de la playa, las cosas no son tan bonitas como parecen: la orilla del mar está llena de basura, no cabe ni un alfiler en ningún sitio, los niños lloran y se quejan mientras sus padres tratan de descansar, seguramente, por primera vez en todo el año. Hay un mensaje velado.

Se da la circunstancia, además, de que los detractores de Parr también realizaban campañas de moda y publicidad que poco tenían que ver con la solidaridad y la sensibilidad de la que se vanagloriaban. Porque documentar los desastres del mundo no daba para comer. De hecho, hoy en día Magnum sobrevive porque no trabaja solo mostrando al mundo los conflictos, sino que también imparten conferencias, dan talleres, aceptan encargos e, incluso en su faceta documental, han abierto las miras hacia temas cotidianos, en parte gracias a –o por culpa de, según a quien se le pregunte– Martin Parr.

Vista de la exposición Martin Parr. Parrathon. © Centre del carme
Martin Parr. Foto: Getty
Vista de la exposición Martin Parr. Parrathon. © Centre del carme

Así las cosas, Griffiths escribió cartas a los miembros de la agencia pidiéndoles que, si querían seguir siendo un lugar respetable, no aceptasen la entrada del británico. También mandó emisarios a recorrer todo Londres en busca de los miembros que no habían votado. Al final, quedaba un solo fotógrafo por hacerlo, el americano Burt Glinn, que permanecía en su hotel aquejado de una fuerte intoxicación alimentaria. Glinn se desplazó como pudo desde su hotel hasta la reunión y emitió el voto decisivo a favor de Martin Parr, que pasó así a ser parte de Magnum.

La entrada del fotógrafo de cuerpos poco deseables, comida grasienta y ciudades abarrotadas de turistas supuso la de otros fotógrafos talentosos que, al igual que él, se salían de las directrices más tradicionales. En palabras del propio fotógrafo, la agencia necesitaba un cambio, una mayor apertura que garantizase su supervivencia. Parr, para escándalo de los miembros más tradicionales, había afirmado en varias ocasiones que lo que hacía con sus imágenes era crear ficciones alrededor de la realidad, jugar e inventar a través de lo que veían sus ojos, en lugar de limitarse a plasmar. Este es, ahora, un planteamiento muy habitual no solo en la fotografía, que ha llevado, entre otras cosas, a reinterpretar archivos fotográficos cuyo contexto desconocemos; sino también dentro de la agencia. Un ejemplo de ello es Carolyn Drake, miembro de Magnum que busca, con sus fotos, reinventar las narrativas históricas tradicionales.

¿Y Jones Griffiths? No se piensen que cambió de opinión. En una ocasión declaró que Parr desencadenó un cambio que hizo que “haya pasado a ser imposible mirar la web de la agencia sin haber tomado antes una pastilla contra el vómito”.