Un capitán ebrio, muchos errores y 88 muertos: la tragedia del vuelo 821 de Aeroflot-Nord
Los accidentes aéreos no ocurren nunca por una única razón. Sin embargo, el vuelo 821 es un claro ejemplo de una tormenta perfecta. Todo lo que podía salir mal, salió mal
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Nuestra historia de hoy tiene lugar el 14 de septiembre de 2008. Pasan unos minutos de las cuatro y media de la madrugada hora local (23:30 UTC del 13 de septiembre) y el vuelo 821 de Aeroflot-Nord, una filial de la aerolínea nacional rusa Aeroflot especializada en vuelos regionales, está ya a pocos minutos de su destino: el Aeropuerto Internacional de Perm-Bolshoye Savino, al pie de los Montes Urales, en Rusia. La aeronave, que cubre una ruta regular de pasajeros desde Moscú-Sheremetyevo, lleva aproximadamente casi dos horas en el aire, tras haber despegado a las 01:13 hora local (21:13 UTC).
El aparato, con matrícula VP-BKO, es un Boeing 737-505. Construido en 1992, acumula 44.533 horas de vuelo y 35.104 ciclos de despegue/aterrizaje, lo que lo convierte en uno de los aviones más antiguos de la flota. Originalmente operó para aerolíneas chinas antes de ser arrendado a Aeroflot-Nord en 2008 como parte de la transición de la aerolínea desde aviones soviéticos hacia modelos occidentales más modernos, como el Boeing 737, unos aviones que presentan diferencias significativas respecto a los diseños rusos, incluyendo cabinas con mayor automatización y una operación estandarizada con dos pilotos, frente a las tripulaciones más numerosas o individuales de los aviones de la antigua URSS. Equipada con dos motores CFMI CFM56-3C1, la aeronave opera bajo las regulaciones de transporte aéreo comercial de Rusia, siguiendo un plan de vuelo por reglas de vuelo instrumental (IFR).
El piloto al mando del vuelo 821 es el capitán Rodion Medvedev, de 34 años y más de 3.900 horas de vuelo. Le acompaña el primer oficial Rustem Allaberdin, de 43 años y casi 9.000 horas acumuladas. Ambos cuentan con una sólida trayectoria en aviación soviética, habiendo volado aviones como el Túpolev Tu-134 (Medvedev) y el Antonov An-2 (Allaberdin). Sin embargo, su experiencia en el Boeing 737 es muy limitada: entre los dos apenas suman 500 horas en este modelo de avión. Será Allaberdin quien actúe como pilot flying (piloto a los controles) en este salto, en tanto que Medvedev monitorizará el vuelo y se encargará de las comunicaciones (pilot monitoring). Este es el tercer día consecutivo en que ambos comparten cabina.
A bordo viajan 88 ocupantes: los dos pilotos, cuatro auxiliares de vuelo que completan la tripulación y 82 pasajeros, incluidos siete niños.
04:50 hora local (UTC+5)
Tras comenzar el descenso, el vuelo 821 inicia el procedimiento de aproximación al aeropuerto de Perm. Las condiciones meteorológicas en la zona de llegada son marginales, con cielo cubierto, nubes bajas a unos 240 metros sobre el terreno, lluvia ligera y visibilidad reducida, aunque dentro de los mínimos operativos para una aproximación nocturna. El controlador indica rumbo y altitud para interceptar el localizador de la pista 21 desde el back course, una maniobra estándar en ese entorno.
- ATC: Vuelo 821, prosigan con el descenso. Giren a la derecha, hacia el oeste, en patrón de aproximación Bravo.
- Capitán Medvedev: De acuerdo. Entendido.
- Primer Oficial (First Officer o FO): ¿Qué tiempo hace?
- ATC: Lluvia ligera, visibilidad de 10 kilómetros.
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El vuelo 821 comienza a aproximarse a la pista. Sin embargo, empiezan a surgir los primeros problemas en cabina: Allaberdin enfrenta dificultades para programar el Flight Management Computer (FMC) para la aproximación. El capitán Medvedev tiene que intervenir constantemente para corregir los errores de su copiloto, lo que genera nerviosismo y tensión entre ambos. La carga de trabajo es tan alta que impide completar el briefing de aproximación, omitiéndose la checklist previa, dejando a la tripulación sin una preparación adecuada para una maniobra crítica.
La configuración de la aeronave tampoco está finalizada. Los flaps y slats están parcialmente desplegados, pero el piloto automático y el autothrottle permanecen desconectados, obligando a Allaberdin a un control manual completo. Además, durante el vuelo, los motores han operado con un notable desequilibrio de empuje, con el motor derecho generando aproximadamente un 20% más de potencia que el izquierdo, causando una tendencia persistente a desviarse hacia la izquierda. Se trata de un problema con el que llevan lidiado todas las tripulaciones que han volado ese avión desde el pasado mes de agosto. Allaberdin debe realizar ajustes manuales continuos en las palancas de empuje para mantener el rumbo y la estabilidad, lo que aumenta aún más la presión en la cabina. A medida que el vuelo 821 se aproxima a la pista, la combinación de una preparación deficiente, una configuración incompleta y las condiciones meteorológicas adversas crean un entorno operacional cada vez más complicado.
- Capitán Medvedev: ¿A cuánto tenemos que descender?
- ATC: Desciendan hasta los 2.000 pies (600 metros): Viento en la superficie a 050 grados a 10 nudos (19 km/h). Viento de cola a 9 nudos (17 km/h).
- Capitán Medvedev: 821, confirmando giro y descendiendo a 2.000 pies.
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05:09 hora local (UTC+5)
Minutos más tarde, el vuelo 821 está ya a unos 2.000 pies. Los pilotos continúan preparando el avión para el aterrizaje.
- FO: Flaps a 30 grados.
A pesar de los inconvenientes, todo transcurre hasta ese momento, según lo previsto. Nadie a bordo puede siquiera imaginar que algo espantoso está a punto de ocurrir. De repente, el avión comienza a desviarse. Se inicia un ligero alabeo a la izquierda que se acentúa rápidamente, acompañado de una ganancia de altitud que no forma parte del perfil de aproximación. Control de Tráfico Aéreo (ATC) se da cuenta de que el vuelo 821 asciende en vez de descender.
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- ATC: Aeroflot-Nord 821, según mi pantalla están ascendiendo. Dos mil quinientos pies y subiendo. ¿Pueden confirmarlo?
Pero el primer oficial está demasiado ocupado tratando de nivelar el avión. Por más que intenta ajustar su alabeo, el empuje asimétrico de los motores provoca que el aparato se incline al lado contrario al que él le indica.
- FO: ¡Maldita sea!
El 737 sigue ascendiendo y está ya por encima de los 3.000 pies. Es evidente de que ya no se encuentran en la trayectoria de aproximación. El controlador, consciente de ello, les instruye para que la cancelen y hagan un go-around.
- ATC: Aeroflot-Nord 821, reinicien la aproximación final. Giren a la derecha en rumbo 3-6-0 y desciendan a 2.000 pies. Sigan estrictamente mis instrucciones.
Pero el vuelo 821, que ahora comienza a descender rápidamente, sigue ignorando la instrucción de girar a la derecha y continúa haciéndolo hacia la izquierda. Ahora, además, empieza a salirse de su rumbo. En la cabina, el nerviosismo empieza a imperar. El capitán toma el control.
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- FO: ¡Dirección incorrecta! ¡Otra dirección! ¿Qué pasa?
De repente, el caos. La aeronave entra en una maniobra descontrolada, con un fuerte alabeo progresivo que supera ampliamente los límites operativos. Durante esos instantes, se activa la alarma de bank angle (ángulo de alabeo excesivo), y en la cabina se escucha un grito desesperado del primer oficial:
- FO: ¡Cógelo! ¡Cógelo!
- Capitán: ¡Que coja... ¿qué?!
05:10 hora local (UTC+5)
El radar secundario pierde contacto con el transpondedor del vuelo 821. El controlador intenta establecer comunicación por radio, pero no obtiene respuesta. Poco después, observa cómo la silueta del 737 emerge de las nubes en actitud anormal, con el morro hacia abajo, aparentemente fuera de control, y a gran velocidad de descenso. Segundos después, el avión impacta violentamente contra el terreno a unos 11,5 km al noreste del aeropuerto, dentro del trazado de la línea ferroviaria del Transiberiano.
La aeronave se desintegra al contacto con el suelo, generando una enorme explosión y un posterior incendio. Todos sus ocupantes fallecen en el acto. No se producen víctimas en tierra, pero los restos afectan infraestructuras ferroviarias y líneas eléctricas.
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Qué ocurrió
La investigación oficial, llevada a cabo por el Interstate Aviation Committee (MAK por sus siglas en ruso), organismo que investiga los accidentes aéreos civiles en Rusia, con la colaboración de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB), la Autoridad Federal de Aviación norteamericana (FAA) y Boeing, concluyó que el accidente del vuelo 821 de Aeroflot-Nord fue consecuencia de una pérdida de control en vuelo (Loss of Control In-Flight, LOC-I) durante la aproximación final, provocada por una combinación de desorientación espacial, deficiente gestión de recursos de cabina (CRM) y una actuación inadecuada de la tripulación ante un desequilibrio de empuje persistente entre los motores.
Las cosas empezaron a ir mal para el vuelo 821 cuando inició la aproximación al back course de la pista 21 de Perm. Como hemos visto, en ese momento, tanto el piloto automático como el sistema de control automático de potencia (autothrottle) estaban desconectados, lo que obligaba al primer oficial, que era el pilot flying, a llevar un control completamente manual. Aunque esta configuración puede considerarse operativamente aceptable en determinadas aproximaciones de no precisión del entorno ruso, aumentaba innecesariamente de forma significativa la carga de trabajo, especialmente para un piloto con escasa experiencia en este tipo de avión. Sin embargo, dicha asimetría podía haber sido gestionada por el sistema de control automático, ya que el piloto automático era capaz de compensar esta desviación. El problema fue que el primer oficial, en lugar de confiar en los sistemas automáticos o de supervisar adecuadamente los parámetros EPR para realizar una corrección manual suave, realizó entradas excesivamente bruscas y descoordinadas en los mandos, lo que llevó a la desconexión no intencionada del piloto automático. Este fallo en la gestión de los automatismos —combinado con una vigilancia inadecuada de los parámetros de empuje— dejó al avión expuesto a una dinámica inestable que requería correcciones continuas y precisas.
Pero, ¿por qué estaba desconectado el autothrottle durante la aproximación? La respuesta es clara y directa: porque no funcionaba, como tampoco funcionaba el sistema anticolisión (el TCAS). Además, como hemos visto, la aeronave llevaba meses sufriendo un problema de asimetría en el empuje de los motores. Aunque todas estas deficiencias estaban contempladas en la Minimum Equipment List (MEL) y no impedían legalmente el despacho del vuelo, su combinación en un entorno operativo como este plantea interrogantes razonables sobre la oportunidad de continuar explotando la aeronave sin una revisión más profunda.
En lugar de confiar en los sistemas automáticos o de supervisar los parámetros EPR, realizó entradas bruscas y descoordinadas
Volviendo a la aproximación, durante la misma, el vuelo 821 no logró nunca una configuración plenamente estabilizada. La aeronave mantenía desviaciones significativas de rumbo y altitud, sin haberse completado la extensión total de flaps. El registrador de datos de vuelo (Flight Data Recorder o FDR) mostró que el avión inició un alabeo progresivo hacia la izquierda que se intensificó rápidamente, alcanzando ángulos de más de 30 grados, lo que activó múltiples alertas de bank angle. El primer oficial reaccionó con inputs de alabeo opuestos, pero sus entradas fueron erráticas, descoordinadas y, en ocasiones, contraproducentes.
En los momentos previos a la pérdida de control, el registrador de voz de cabina (Cockpit Voice Recorder o CVR) registra una conversación fragmentada y signos de confusión por parte del primer oficial. El capitán Medvedev no toma el mando ni interviene de forma decisiva. A pesar de que los datos del FDR indicaban una pérdida de control en curso (oscilaciones, variaciones bruscas de actitud, pérdida de altura), no se emiten callouts ni se inicia ninguna maniobra de escape (go-around). Incluso tras la advertencia del controlador sobre la altitud y el rumbo incorrectos, el capitán permanece pasivo. El informe del MAK califica esta falta de actuación de Medvedev como un factor crítico, que supuso una quiebra total del CRM. Pese a su rol de supervisor, no asumió el control hasta que la situación se volvió manifiestamente anómala. En ese momento, cuando la aeronave ya presentaba desviaciones pronunciadas de rumbo, actitud y empuje, su intervención no solo no corrigió la trayectoria, sino que agravó la situación.
Medvedev, al hacerse con los mandos, interpretó erróneamente la información del horizonte artificial (ADI), creyendo que el avión tenía una actitud de alabeo opuesta a la real, y aplicó inputs contrarios. Esta confusión resultó letal, pues precipitó una maniobra de giro completo (rolling turn) a baja altitud, con pérdida de control total, actitud de morro abajo y una velocidad vertical excesiva. En pocos segundos, una situación inestable, pero recuperable se convirtió en una secuencia terminal sin posibilidad de escape.
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Los investigadores estaban atónitos. ¿Cómo era posible algo así? Ahondando en las razones que llevaron a los pilotos a cometer tal sucesión de errores graves, los técnicos del MAK identificaron serias deficiencias en la formación de ambos pilotos, que resultó insuficiente incluso para los estándares rusos de la época, aun en transición hacia normas internacionales.
El perfil de experiencia de la tripulación era muy limitado en lo que a este avión se refiere. El primer oficial apenas acumulaba 219 horas en el Boeing 737, procediendo de aeronaves de tecnología y lógica de instrumentación completamente distintas, como el Antonov An-2. La experiencia en este tipo de avión del capitán era aún menor, pues había sido formado bajo los estándares soviéticos y, acostumbrado al Túpolev Tu-134, operaba con hábitos inadecuados para aviones de diseño occidental, como el 737. Ambos carecían de familiaridad con los procedimientos estandarizados de Boeing, lo que generó confusión operacional, especialmente bajo condiciones de alta carga de trabajo.
Cuando ambos tripulantes fueron a los Estados Unidos para entrenar en el 737, se les instruyó en inglés, un idioma en el que tenían muy poca competencia; de hecho, Allaberdin no sabía inglés antes de empezar el curso, y luego se consideró que sus habilidades lingüísticas eran “insuficientes para operar un avión con toda la documentación publicada en inglés”. No estaba claro cuánto habrían aprendido realmente ninguno de los pilotos. Se da la circunstancia, además, de que el capitán Medvedev, tras recibir su formación en el 737, volvió a volar el Tu-134 durante varios meses antes de la transición al 737, erosionando aún más su conocimiento ya limitado de la aeronave.
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Un factor crítico identificado por el informe del MAK fue la dificultad del capitán Medvedev para interpretar correctamente el horizonte artificial (indicador de actitud) del Boeing 737-505, que seguía el estándar occidental: en él, el avión (representado por una silueta fija) permanece centrado mientras es el horizonte el que se mueve para reflejar los cambios de actitud. Medvedev, con experiencia previa casi exclusiva en aviones soviéticos como el Túpolev Tu-134, estaba habituado a un instrumento con lógica inversa, en el que es el símbolo del avión el que se mueve sobre un horizonte fijo. Esa diferencia en la representación gráfica, aparentemente sutil, puede inducir a errores significativos en situaciones de alta carga de trabajo, como una aproximación nocturna sin referencias visuales. Según el informe, cuando tomó el control, al intentar enderezar la aeronave frente a un alabeo a la izquierda, sus inputs en los controles fueron opuestos a los necesarios, agravando la inclinación en lugar de corregirla. Esta discrepancia tecnológica se combinó con una ilusión somatogravítica, común en condiciones nocturnas e IMC, que le hizo percibir falsamente una actitud de morro arriba, induciendo comandos instintivos de pitch down.
La ilusión somatogravítica es un fenómeno fisiológico del que ya hemos hablado en otras ocasiones y que provoca que una aceleración longitudinal sea percibida erróneamente como una actitud de morro arriba, induciendo al piloto a bajar el morro de forma instintiva.
El capitán Medvedev volaba bajo los efectos del alcohol, con una concentración en sangre de 0,081%, por encima del límite legal
A esta cadena de errores se añade una circunstancia de especial gravedad: el capitán Medvedev volaba bajo los efectos del alcohol, con una concentración en sangre de 0,081%, por encima del límite legal. El MAK lo califica como “una violación inaceptable de las normas de seguridad”, aunque concluye que “no existen pruebas suficientes de que dicha intoxicación fuera un factor causal crítico en el accidente”. Su inacción y falta de liderazgo se atribuyen principalmente a deficiencias estructurales en formación, supervisión y cultura organizacional, más que a un deterioro físico agudo.
Y a partir de entonces...
El accidente del vuelo 821 de Aeroflot-Nord supuso un punto de inflexión para la aviación comercial rusa. No solo puso de manifiesto fallos individuales en la actuación de la tripulación, sino carencias sistémicas en los procesos de certificación, formación y supervisión operativa. Las conclusiones del informe del Interstate Aviation Committee (MAK) forzaron una revisión profunda del modelo de transición entre aeronaves de diseño soviético y occidental, que en aquel momento aún presentaba lagunas críticas en la integración de procedimientos, lógica instrumental y cultura organizacional.
Una de las primeras consecuencias fue la revisión de los procesos de habilitación y formación de tripulaciones. El informe del MAK alertó sobre la insuficiencia de los programas de entrenamiento para pilotos que procedían de plataformas con lógicas operacionales radicalmente diferentes, como los Antonov o Túpolev, y que pasaban a operar aviones como el Boeing 737. A raíz de ello, se reforzó la obligatoriedad de formación específica en factores humanos, CRM, vuelo en condiciones IMC y recuperación de actitudes anormales. Además, se impuso la verificación rigurosa del dominio instrumental de los pilotos, especialmente en aproximaciones no estabilizadas y entornos de baja visibilidad.
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En el ámbito médico y de supervisión del cumplimiento normativo, la constatación de que el capitán volaba con presencia de alcohol en sangre motivó una campaña nacional para reforzar los controles toxicológicos aleatorios y la responsabilidad penal en caso de infracción. Las aerolíneas rusas se vieron obligadas a endurecer sus protocolos internos, establecer rutinas de control de aptitud médica más frecuentes, y revisar sus sistemas de evaluación psicológica de la tripulación. Aeroflot, por su parte, decidió desvincularse de su filial Aeroflot-Nord tras el siniestro, que pasó a operar bajo el nuevo nombre de Nordavia. Desde entonces, ni Aeroflot ni Nordavia han vuelto a registrar accidentes mortales.
A nivel institucional, el siniestro evidenció la necesidad de adaptar de forma efectiva la normativa de la aviación civil rusa a los estándares internacionales. Aunque Rusia ya formaba parte de la OACI y mantenía interlocución con EASA y FAA, el vuelo 821 reveló que muchas compañías aún operaban bajo estándares heredados de la aviación soviética, sin una adecuada transición estructural. Tras el accidente, el regulador ruso implementó auditorías más exigentes sobre compañías con flotas mixtas y obligó a armonizar procedimientos conforme a los manuales del fabricante y a los requisitos de formación de tipo (type rating) de las aeronaves occidentales.
Finalmente, el caso fue clave para entender que la seguridad aérea no puede apoyarse exclusivamente en la tecnología, sino que requiere una integración coherente de factores humanos, cultura organizacional, estándares internacionales y supervisión activa. Las lecciones del vuelo 821 trascendieron el ámbito ruso y fueron ampliamente analizadas en foros internacionales de seguridad operacional como la Flight Safety Foundation, la OACI y el propio fabricante, Boeing, que reforzó sus recomendaciones para operadores que transicionan desde entornos no occidentalizados.
Nuestra historia de hoy tiene lugar el 14 de septiembre de 2008. Pasan unos minutos de las cuatro y media de la madrugada hora local (23:30 UTC del 13 de septiembre) y el vuelo 821 de Aeroflot-Nord, una filial de la aerolínea nacional rusa Aeroflot especializada en vuelos regionales, está ya a pocos minutos de su destino: el Aeropuerto Internacional de Perm-Bolshoye Savino, al pie de los Montes Urales, en Rusia. La aeronave, que cubre una ruta regular de pasajeros desde Moscú-Sheremetyevo, lleva aproximadamente casi dos horas en el aire, tras haber despegado a las 01:13 hora local (21:13 UTC).